El Ayuntamiento de Laredo y su corporación municipal, ha expresado su sentido pesar por el fallecimiento ayer 31 de marzo del sacerdote e Hijo adoptivo de la Villa, Gregorio Julián García Liaño que durante más de cuarenta años (1962-2002) hasta su retiro voluntario al municipio de Castro Urdiales, ejerció su ministerio sacerdotal al frente de la Iglesia Parroquial de Santa María de la Asunción.
En su memoria, por decreto de Alcaldía con arreglo a lo dispuesto en el Reglamento del Protocolo de Honores y Distinciones, se ha resuelto declarar dos días de luto oficial que concluirán a las 24 horas del domingo día 2 de abril de 2023, tiempo en el que las banderas institucionales que ondean en el exterior del edificio público del ayuntamiento, permanecerán arriadas a media asta como señal de luto.
En Abril del 2012, la parroquia Santa María de la Asunción de Laredo se llenó de emociones y afecto para celebrar los 50 años de vida sacerdotal de Gregorio Julián García Liaño, “Don Julián”, quien estuvo destinado en la villa pejina desde el año 1962 hasta el 2002.
Todo un récord de permanencia el de un castreño que, fiel a su estilo, volvió a arrancar las sonrisas evocando los lances vividos durante cuatro décadas en la localidad costera. Sus primeras palabras en aquel acto fueron de gratitud a todos los que le brindaron su apoyo desde su arribada, ya fuera como compañeros sacerdotales y hermanas religiosas, como familias que le dieron cobijo en sus hogares como si fuera uno más, o como cuidadoras de la casa rectoral que con su empeño logró dignificar tal y como hoy se conoce en la calle San Martín.
Una andadura al término de la cual se ganó a pulso el nombramiento, por unanimidad, como Hijo Adoptivo del pueblo pejino. Algo que nunca llegaron a imaginar aquellas mujerucas que un cuatro de octubre de 1962 jugaban en plena rúa de Santa María su tradicional partida de brisca. Con un andar titubeante asomó la enjuta figura de un recién ordenado sacerdote que llegaba a ocupar su puesto de coadjutor y organista. “Esti pobre no aguanta ni un mes” acertó a decir una de ellas a modo de portavoz de la silente expresividad del resto.
Aquél pronóstico se demostró absolutamente errado sobre un hombre que “ha dejado una profunda huella en Laredo”, tal y como afirmó en aquellos momentos el entonces alcalde, Ángel Vega, agradecido por la dedicación de don Julián para con el patrimonio religioso, el pueblo y la juventud laredana.