Fernando Moreno González,representante de los grupos conservacionistas y ecologistas en el Patronato del Parque Natural Saja-Besaya
El gobierno de Cantabria y la Consejería de Desarrollo Rural han procedido a la demolición de la histórica Venta de Tajahierro construida en 1895 del puerto de Palombera, un mayorazgo de la familia de los Ríos que formaba parte desde la Edad Media de una red de ventas –Frontal, Tajahierro, Mostajo. Mobejo– que por Ocejo, La Cardosa, El Vau la Harina, Los Tejíos Los Corniosos, La Canal Seca, la Canal Cavá y la Jaya Cruzá llegaban a Saja o por Ozcaba, Alceo, Avellaneo y El Carmen a Bárcena Mayor. La Venta de Tajahiero se llamaba también de “La Venta del Sordo”, el Sordo de Proaño, Angel de los Ríos que “cuando el “Sordo” habitó la Venta, haciendo en ella vida retirada de campesino, artista y erudito, siempre estuvo abierta a los caminantes que necesitaran abrigo. Y así al amor de la lumbre, la severa figura del hídalgo, ennoblecida por hirsutas barbas, luengas y blancas, les hacía buenas las horas recitando con solemne entonación los versos del Romancero o narrando antiguas historias de aquellos parajes, sacados de amarillos legajos y viejas crónicas. Allí, lejos de todo bullicio, en la solemne paz del adusto paisaje y entre papeles, vio salir el sol de muchas primaveras y caer las primeras nieves de muchos inviernos. Y cuando los lobos, fríos y hambrientos, turbaban el silencio de las noches con siniestros aullidos, el hidalgo descendía a su torre medieval de Proaño para seguir estudiando su pasado”.
Lamentablemente esta desaparición –lo mismo que ocurriera con las casillas de Bustandrán y La Costanilla– de un singular testimonio histórico y etnográfico dentro de los límites del parque natural Saja-Besaya se ha hecho sin la convocatoria preceptiva del Patronato del espacio teóricamente protegido que lleva sin reunirse varias décadas, para escuchar o asumir las opiniones o propuestas de sus componentes sobre las alternativas de rehabilitación de un edificio que ha visto, además, como el tóxico amianto de las uralitas de la cubierta se derramaba sobre los arroyos y las aguas superficiales del entorno.